Mundial Sub-20: la invasión celeste se fue feliz
Por Leopoldo Carrasquero
El mundial Sub-20 se debía jugar en Indonesia, pero la clasificación de Israel (Que quedó tercera) desató una crisis geopolítica que obligó a cambiar de sede a las apuradas, ahí envalentonado por Qatar, Claudio Tapia, presidente de la AFA, solicitó ser la nueva sede, a las apuradas y sin Argentina habiendo clasificado, consiguió el cambio y se jugó en 4 ciudades, San Juan, La Plata, Mendoza y Santiago del Estero.
El mundial no despertó un interés general, más con la temprana eliminación de la selección local en octavos ante Nigeria, pero se fue envalentonando una selección que fue sub-campeona del sudamericano pasado y que por su tradición, sorprendía que jamás hubiera ganado un mundial de la categoría, Uruguay.
Quedó segundo en su grupo tras Inglaterra, en el único juego donde permitió goles, sacó a Gambia en Octavos (1-0), Estados Unidos en cuartos (2-0), Israel en semis 1-0), ya bajo un ambiente localista. Argentina y Uruguay solo los separa el Río de la Plata, lo que hacía prever que la final sería una locura y así lo fue.
Buques, aviones, micros, autos, los uruguayos hicieron de todo para poder asistir a la gran final ante Italia, en la previa imaginábamos un estadio dividido por la gran comunidad italiana que existe, pero todo muy lejos de la realidad, fue una marea celeste lo que vivió el Estadio Único de La Plata.
Entre jueves y sábado, Migraciones de Uruguay indicó que 70 mil uruguayos salieron de sus fronteras, la gran mayoría para Argentina, 38.297 personas asistieron al encuentro, una cifra que parece poca para el lleno que había en un estadio que oficialmente tiene capacidad para 53.000 personas. Era una obligación charrúa hacer lo posible por ir, un hito para el país muy pequeño, pero muy futbolero, Uruguay es al fútbol, lo que República Dominicana es al beisbol, una fuente inagotable de talento y los fanáticos no iban a faltar.
El primer momento cumbre fue el himno, el "Orientales la patria o la tumba" retumbó en todo el recinto, lo que le demostró a Italia que iban a ser visitante y bajo un ambiente muy hostil, algo que posiblemente les pasó factura, porque casi no llegaron al arco alcanzando apenas un solo disparo a puerta.
Si bien el gol se negaba una y otra vez, la anotación de Lucas Rodríguez al 85, mostró que todo sacrificio por su selección había valido la pena. Los 11 minutos de descuento fueron una eternidad, contra una Italia que se recordó buscar el arco en ese momento. Pitazo final y a celebrar, las lágrimas y los abrazos no faltaron, ver a su país campeón es una oportunidad única y lo agradecieron, su afición lo merecía por todo el amor que le demostraron pasara lo que pasara.