Los dominios, la piedra en el zapato de la Fórmula 1
Por Mauro García Forti
La Fórmula 1 lo ha conseguido, quién diría hace años que luego de que fuera comprada por Liberty Media, esta categoría se ha convertido en el deporte con el mayor crecimiento de audiencias de los últimos en tiempo. La estrategia de llegar a las generaciones nuevas a través de las redes sociales ha funcionado, teniendo la media de audiencias más jóvenes de todas las disciplinas deportivas y un éxito rotundo con su serie documental en Netflix. Sin embargo, hay algo que amenaza el crecimiento del campeonato del mundo entre las masas y ese es el dominio Verstappen-Red Bull.
Y ya los números lo demuestran, si nos fijamos en los espectadores que tuvimos durante el inicio de la temporada pasada, este año las cifras se quedan por debajo de lo que vimos en 2023, por no hablar de lo que vimos en 2022.
Visto lo visto durante el curso anterior, no son de extrañar estos datos, veintiuna de veintidós carreras ganadas por Red Bull y en diecinueve de ellas figurando el apellido Verstappen como vencedor. Por este motivo la Fórmula 1 básicamente se ha convertido en un deporte en el que puede suceder de todo, pero al final día siempre gana Max Verstappen salvo que suceda algo extraño, como una avería mecánica, cosa que tampoco suele suceder en los coches austriacos.
Los dominios son algo que hemos tenido desde varias décadas, McLaren a finales de los ochenta y principios de los noventa, Ferrari a principios de los dos mil, Mercedes hasta hace poco y Red Bull desde hace dos temporadas, con el nuevo cambio de reglamento.
Pero si bien estos dominios anteriores también acapararon victorias y títulos, siempre hubo en algunas temporadas elementos que daban emoción al campeonato, ya fuera lucha entre compañeros de equipo como Senna y Prost o Hamilton y Rosberg o la aparición de una escudería y un piloto que a pesar de tener una maquinaria no tan veloz lograban poner en aprietos a la escudería más puntera y llevar el campeonato hasta la última carrera, como pasaba con Hakkinen o Raikkonen en la era de gloria de Schumacher o Alonso tratando de lograr el milagro a bordo de su Ferrari contra aquel icónico matrimonio que formaban Sebastian Vettel y su Red Bull.
No obstante, estos años no, Verstappen se ha paseado sin apenas competencia,sólo con excepción de Charles Leclerc en las primeras diez carreras de 2022, por las pistas por donde el campeonato mundial se desarrolla, aplastando récords sin parar y hasta aburriéndose, como él mismo ha dicho, ya que sólo compite contra sí mismo.
El reglamento del 2022 no ha sido lo que se esperaba en su totalidad, se buscaba que existiese mayor igualdad entre los equipos, cosa que se ha logrado, ya que cuatro de los equipos punteros se baten en duelo cada Gran Premio, pero Red Bull nuevamente encontró la clave que les ha llevado a estar por encima de sus rivales y a mandar con mano de hierro estos últimos años.
Y es que parece insólito, pero en las últimas semanas lo más importante que llega a nuestros oídos acerca de la F1 no se trata de lo que sucede en la pista, sino el particular juego de tronos que se ha formado en Red Bull, con Christian Horner, director del equipo por un lado y a Jos Verstappen, padre del tricampeón mundial, por el otro.
Esta situación hace un tiempo jamás se habría pensado que ocurriría en el mundo de las carreras, pero por desgracia, lo que pasa en la pista es tan idéntico al año pasado que simplemente esto es lo más “entretenido” que puede ofrecernos la competición.
El reglamento de 2026 promete cambiar muchas cosas, tanto como el tamaño de los vehículos como la estructura de las unidades de potencia, que serán más sencillas de construir y por ende motoristas se han visto interesadas en unirse a la competición. Pero ojalá que sea como sea, cambie una cosa en la categoría reina del automovilismo para que tengamos mayor emoción, la hegemonía de Red Bull y Max Verstappen.