Las malas caídas en Pipeline arruinan a los surfistas
Por Marc Fontrodona
La increíble ola de Pipeline es un sueño para muchos surfistas. Pero también puede convertirse en una pesadilla. Porque el arrecife del North Shore de Oahu forma una ola perfecta, pero está tan cerca de la superficie y está tan afilado que cualquier caída puede convertirse en un calvario a nivel médico. Si además tenemos en cuenta que no hay sanidad pública, los costes se disparan y para algunos surfistas se convierte en su ruina.
Es el caso de dos accidentados recientemente en Pipeline, dos buenos ejemplos de la ruina que puede ser una mala caída. El primero de ellos es el peruano Joaquín del Castillo, que tuvo una muy mala caída durante los entrenamientos para el Backdoor Shootout y se fracturó la pelvis por varios lugares, requiriendo de quirófano para arreglarlo e imposibilitando su regreso al Perú. Se operó por tanto en Honolulu. Al no contar con un seguro de salud que lo cubriera, ha tenido que abrir un GoFundMe de 100.000 dólares para pagar los gastos de la operación y de su ingreso en el hospital. Y se han celebrado hasta eventos con música en vivo, food trucks, etc para recaudar fondos por él.
Otro que sufrió la ira de Pipeline fue el joven tahitiano Eimeo Czermak. En esta ocasión, al final de su manga en el Vans Pipe Masters 2023 que se celebró a finales de año. Tras chocar de cabeza contra el arrecife, fue rescatado por las motos de agua con su tabla partida en dos. Totalmente aturdido, fue trasladado al hospital con lesiones en la médula espinal y una conmoción cerebral grave. Estuvo en la UCI y se le realizaron varios procedimientos. Y a pesar de no tener seguro médico e informar debidamente, le exigieron pasar la noche allí, lo que le costó 37.000 dólares. Sumando el viaje en ambulancia, la resonancia y otras pruebas, la factura sube hasta los 55.000 dólares.
Tras 10 días de no sentir ni mover las piernas y una depresión, Czermak se ha visto obligado a abrir también un GoFundMe para pagar los gastos de su accidente. En su caso, más surrealista todavía, al tratarse de una competición reglada que, al parecer, tampoco cuenta con seguro. Un tanto surrealista teniendo en cuenta precisamente la peligrosidad de la ola.
Foto: @joaquindlcastillo