Leclerc rompió la maldición

Por Mauro García Forti

Solamente una semana después de aquella persecución frenética de Norris a Verstappen en Imola, la Fórmula 1 aterrizó en Mónaco para disputar la joya de la corona del campeonato, el Gran Premio de Mónaco.

El ambiente es irrepetible, en donde las cámaras se ven distraídas por el glamour y el famoseo que se dan cita alrededor de la pista la más icónica y complicada del calendario. Pero como siempre,una vez que llegan los pilotos al paddock, en Montecarlo hay un claro protagonista, el chico de casa, Charles Leclerc.

El monegasco llegó a la carrera de su país muy motivado. Ferrari llegaba como una de los candidatos a la victoria, pero luego del espectacular desempeño de Leclerc en los entrenamientos, la escudería italiana era la favorita para llevarse la pole, con los McLaren y el Red Bull de Verstappen siempre acechando.

La clasificación más importante del año comenzó con sorpresas en la Q1, ya que Checo Pérez y Fernando Alonso quedaron eliminados luego de no poder mejorar sus tiempos luego de ser ralentizados por el tráfico de monoplazas que intentaban apartarse de la trazada, otra sorpresa fue el error de Verstappen en la Q3 que lo dejó fuera de combate. Pero quién no falló fue el héroe local, que puso a su Ferrari en la pole por delante del McLaren de Piastri.

La tensión se cortaba con un cuchillo el domingo, Charles estaba a un paso de la victoria, pero en setenta y ocho vueltas de carrera pasando pegados a los muros puede pasar cualquier cosa. Se apagó el semáforo y lo que tenía que ser una arrancada en la que hay que tener mucho cuidado para evitar romper el coche se convirtió en una chatarrería. Sergio Pérez y Kevin Magnussen tuvieron un contacto en la subida al casino y del choque entre ambos que también acabó con la carrera de Nico Hulkenberg se causaron al monoplaza del mexicano daños con valor de 2,3 millones de euros.

Que se parara la carrera tan pronto salvó a Carlos Sainz, que tuvo una rueda pinchada luego de un toque con Oscar Piastri y gracias a la bandera roja y que todavía no todos los pilotos habían completado el primer sector, pudo recomenzar desde la tercera posición para alivio de los “tifosi”. Ya con las ruedas cambiadas debido a que en período de bandera roja se permite hacerlo, los supervivientes de la primera vuelta volvieron a ponerse en marcha, comenzando la lenta procesión por las calles del diminuto país mediterráneo.

Así hicieron los cuatro primeros, los pilotos de Ferrari y de McLaren, quienes rodaban despacio y mantenían un pulso en el que mantener con vida las gomas y asegurarse de que ninguno de los cuatro pudiese entrar a cambiar ruedas era vital para el resultado de la carrera.

Los de Maranello con una labor perfecta de ambos pilotos, que trabajaron en sintonía para apoyarse y defender las posiciones que ocupaban en todo momento de la carrera, consiguieron mantener a raya a los bólidos británicos y, cuando quedaban muy pocas vueltas para el final, Sainz volvió a presionar a Piastri para que Leclerc pudiese escaparse sin presión del australiano. Y fue en esas últimos giros, en los que el monegasco aumentaba el ritmo y las fachadas de las casas de sus amigos se volvían más borrosas por la velocidad de su SF-24, que por la cabeza de Charles comenzaron a desfilar imágenes y personas importantes de su vida que desafortunadamente ya no están.

Su padre Hervé, gracias a quien descubrió su amor por este deporte el día que lo acompañó a la pista de karting de la familia Bianchi cuando se sentía mal para ir al colegio y que sacrificó todo para que ambos lograran su sueño común y  su padrino Jules Bianchi, quien le dio muchos consejos sobre el manejo de competición y cuyo legado reside en cada uno de sus triunfos. 

Finalmente, al final de la vuelta setenta y ocho, Charles Leclerc seguramente ya con lágrimas en los ojos, vio la bandera a cuadros. Los gritos de felicidad y la voz quebrada del piloto de Ferrari lo decían todo, lo había logrado, la maldición estaba rota.

Seguramente presenciamos una de las celebraciones más emotivas de la historia de esta competición. Un emocionado Alberto de Mónaco le entregó el trofeo de ganador a un Leclerc que, sonriendo a la marea roja de mecánicos e ingenieros que estaban delante del podio para recibir a sus dos pilotos, lo levantó hacia el cielo para deleite de su gente, de los operarios de pista que no conseguían ocultar las lágrimas y de todo “tifoso” que se emocionó por ese triunfo tan esperado y que se acordará toda la vida de cómo aquel domingo 26 de mayo de 2024 el himno de Mónaco sonó por primera vez en el podio del Principado y el himno italiano, acompañado por las voces de la Scuderia, completaba la banda sonora del día más feliz de la vida de “Il Predestinato”, quien lo celebró lanzándose de cabeza al mar junto con Fred Vasseur.

A la tercera fue la vencida para Charles, que perdió dos veces la victoria cuando salía desde la pole en 2021 (no pudo comenzar por problemas en la caja de cambios) y en 2022 (fallo de estrategia del equipo), pero quien lo sigue intentando finalmente lo consigue y no solamente ganó este finde sino que sin que nadie lo esperara, sino que se puso a solamente 31 puntos por detrás de Verstappen en el Campeonato de Pilotos. Por lo que sorpresivamente y cuando nadie se lo esperaba, señoras y señores, hay mundial.

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