Análisis The Lord of the Rings: Gollum, un inefable viaje por la Tierra Media de Tolkien (PS5, PC, Xbox Series X/S, PS4, Xbox One)

Por Alberto González

La espera de The Lord of the Rings: Gollum ha sido tortuosa y complicada, tanto o más que el atribulado viaje de su protagonista. Tras una infinidad de retrasos y problemas en el desarrollo, la versión de la Tierra Media por parte de Daedalic Entertainment y Nacon llega a consolas y PC con muchísimas más sombras que luces con un videojuego realmente pobre en casi todos sus apartados. Este título, considerado el peor valorado de lo que llevamos de 2023, es un videojuego de aventuras y sigilo que no hace justicia a la enorme y alargada sombra de El Señor de los Anillos y su legado en la cultura popular, pese a que se esfuerza en contarnos una interesante historia sobre Sméagol y su inherente atracción sobre el Anillo Único, afianzándose con inteligencia en los escritos y el Legendarium de J.R.R. Tolkien.

“¿Por qué, Precioso?” Un juego con mucho potencial que no termina de convencer

Seamos directos. Gollum no suele ser el personaje preferido cuando se piensa en El Señor de los Anillos, una epopeya inabarcable que sigue teniendo sus ecos a día de hoy en la cultura popular y que ha servido de inspiración a una gigantesca cantidad de videojuegos de distintos géneros. Mientras la Tierra Media se prepara para continuar sus historias en la televisión con El Señor de los Anillos: Los anillos de poder narrándonos una trama ambientada en la Segunda Edad, y Warner Bros. Discovery redobla sus esfuerzos por hacer nuevas películas en el cine gracias al acuerdo firmado con Embracer Group, Daedalic Entertainment y Nacon se tiraron a la piscina pensando en hacer un videojuego centrado en la criatura Gollum y sus complicada relación con el Anillo Único.

Que no se nos malinterprete. Este maltrecho y corrompido hobbit quizás no sea el personaje más querido de la mitología de Tolkien, pero sí creemos que se merece un lugar propio dentro del Legendarium del Profesor, ya que hablamos de una figura única, que fue cambiando conforme se escribía El Señor de los Anillos y encontrando su sitio dentro de la Guerra del Anillo. Tras sopesarlo mucho, Tolkien decidió dotarle de más protagonismo del que tuvo en Acertijos en la oscuridad, el capítulo de El Hobbit en el que aparecía por primera vez, haciéndolo vital dentro del destino de la obra en su conjunto y del eje sobre el que pivotaría la Eucatástrofe acaecida en el Monte del Destino ante los ojos de Frodo Bolsón y Sam Gamyi.

Hacer un videojuego centrado en él era una tarea titánica que le ha quedado muy grande al estudio alemán. Aquí no tenemos a un Istari ni a un montaraz aguerrido, ni tan siquiera a un Elfo o un Enano que sean capaces de ofrecer una serie de mecánicas interesantes al jugador. Tenemos a un ser débil, muy escurridizo, capaz de morar entre las sombras, escalar, saltar y esconderse cuando las cosas se complican. Por lo tanto, adiós a la acción o a cualquier atisbo de ella. No esperéis un juego en el que Sméagol lucha contra los orcos o le planta cara a los incautos que se cruzan en su camino. El planteamiento difiere mucho de Sombras de Mordor y Sombras de Guerra, dos de los juegos más recientes basados en la Tierra Media y con un protagonista de armas tomar. El Señor de los Anillos: Gollum podría haber sido un grandioso juego de aventuras y sigilo, en el que el componente de esconderse y atacar sin ser visto, podría habernos dado una excelente aventura lúdica con grandes componentes de terror. No ha sido así.

“Esto no es bueno, mi tesoro” El Señor de los Anillos: Gollum no hace casi nada bien

El Señor de los Anillos: Gollum es un juego desfasado en sus mecánicas y su jugabilidad, así como en su diseño, carente de personalidad alguna y plagado de bugs. Nuestro personaje es capaz de correr a cuatro patas, saltar, agarrarse a salientes y pasar desapercibido entre en las sombras, pero no hace casi nada bien. El control de Gollum es inexacto, y nos encontraremos en más de una ocasión rezando al mismísimo Illúvatar para no caernos por un precipicio o por agarrarnos al borde de la cornisa que necesitamos para avanzar. El avanzar, saltar y buscar el siguiente objetivo es una constante dentro del juego de Daedalic, que en el fondo es un título muy ramplón, lineal y poco original que no deja espacio alguno para la exploración de los escenarios.

Escenarios que estarán plagados de Orcos y Elfos, así como de otras criaturas, a las que tendremos que dar esquinazo con nuestras malas artes. Aquí entra en juego la inteligencia artificial de nuestros adversarios, malísima hasta decir basta, con enemigos que son capaces de ver lo traspuesto, algo que se traduce en unas fases de sigilo realmente deficientes, y que nos llevarán al ensayo y error hasta que se alineen los astros de cara a la superación de las mismas. La estructura es clara: tirar una piedra, moverse, permanecer en las sombras, esperar a que el guardia de turno regrese a otro punto de su rutina de patrulla y repetir. Una y otra vez. Hasta la extenuación.

En nuestras partidas nos hemos llevado las manos a la cabeza -literalmente- al ver cómo uno de los checkpoint se generaba justo en mitad de un escenario en el que existían orcos que, en la reaparición de nuestro personaje tras morir, nos perseguían sin darnos oportunidad a recomponernos y pensar en una estrategia. Como si fuésemos Tom Cruise en Al filo del mañana, memorizamos el mapa y encontramos la manera de burlarlos en cuestión de unos segundos: corriendo sin mirar atrás. Sí, el sigilo está completamente roto. A veces, a no ser que estemos atrapados en un entorno muy cerrado, la opción más lógica es echar a correr hasta que saltemos al siguiente punto de guardado o al siguiente turno.

La jugabilidad guarda pocos secretos. Hay diálogos con algunos personajes, algunas subtramas y un sistema de moralidad francamente desaprovechado que intenta hacer especial ese diálogo interno que mantienen Gollum y Sméagol constantemente, y que se potenció en las películas de Peter Jackson con una de sus secuencias más memorables. Estas conversaciones nos permiten decidir el destino de algunos personajes secundarios y entregarnos a la maldad, teniendo efectos muy dispares en la narrativa global del juego. Creemos que, de haberse apoyado de una manera más inteligente en las facetas de adulón y bribón de Gollum, el videojuego habría sido mucho más interesante y, como jugadores, habríamos empatizado más con el protagonista.

¿Puzles? Sí, hay varios, algunos realmente inspirados, otros tan simples como saltar de un lado a otro y pulsar la palanca necesaria. A lo largo de sus 10 o 12 horas de duración, no encontraremos ningún reto -no es difícil, aunque sí se puede hacer cuesta arriba si nos quedamos atascados en alguna parte por culpa de la IA o el tosco control-, por lo que no creemos que sea especialmente complicado avanzar de cara a terminarlo o enterarnos de su historia. Historia que, eso sí, nos ha parecido muy interesante aunque no termina de culminar del todo.

“¿Qué dicen, mi tesoro?” El Señor de los Anillos: Gollum nos cuenta una historia interesante pero desaprovechada

Podríamos decir que El Señor de los Anillos: Gollum es un juego procedente de una época pasada, que al igual que el Anillo de Sauron en la profundidad de las Montañas Nubladas, ha permanecido oculto y olvidado hasta surgir en pleno 2023. Hace gala de vicios propios de los títulos que aprovechaban una licencia hace unas cuantas décadas, con un planteamiento caduco y rancio a estas alturas. Sí, el estudio de desarrollo ha querido ofrecernos un buen número de historias y aventuras centradas en los eventos que fueron desde El Hobbit al El Señor de los Anillos, rellenando esos huecos y esos días en los que este hobbit maltrecho viajó por distintos lares, desde sus tiempos como esclavo en la Torre Oscura hasta su estancia con los elfos del Bosque Negro, pero no ha sabido hacerlo.

Sí, los alemanes se han volcado a la hora de dar contexto a Gollum e invitar a que conozcamos sus motivaciones, miedos y debilidades, con una historia que, sí, nos ha parecido realmente interesante, bien escrita y planteada, pese a que devanea y se pierde con demasiada facilidad intentando extender la duración del juego más allá de lo soportable. En cualquier caso, conocer más de cómo y por qué se vio obligada a salir la criatura de las Montañas Nubladas cuando Bilbo Bolsón se apoderó de su tesoro, tiene miga. Además, el videojuego está lleno de cameos de personajes claves dentro de la historia de Tolkien, y más allá de Gandalf -que interroga a Gollum en las estancias del Bosque Negro regentadas por Thranduil-, tendremos a villanos como Boca de Sauron y a figuras inéditas que se han creado en colaboración auténticos tolkiendili.

“Sucios y apestosos hobbits” El Señor de los Anillos: Gollum se ve francamente mal

El Señor de los Anillos: Gollum es un juego feo. Pero no en el buen sentido. El título tiene un apartado técnico pobre, muy deficiente en líneas generales e incluso en términos como la resolución, lleno de texturas feas, modelados de calidad dispar y unas animaciones sonrojantes. El personaje protagonista, la criatura Gollum, es francamente horrible, nos ha parecido totalmente carente de vida o expresividad, algo esencial cuando hablamos de un ser que intenta manipular constantemente a sus adversarios o aliados y que tiene tanto peso con diálogos y conversaciones a lo largo del videojuego. Los escenarios pasan de las oscuras y yermas tierras del País de la Sombra a las estancias del Bosque Negro, con lo que tenemos un interesante contraste, pero que no termina de encajar del todo. Nos explicamos.

El Señor de los Anillos: Gollum tiene un diseño artístico extraño. Por un lado intenta ser realista y, por otro lado, se entrega a una suerte de fantasía barroca o gótica en la concepción de sus escenarios. Sí, es interesante, pero todo queda muy raro cuando observamos el diseño de los Elfos y los Orcos, muy ajenos y fuera de lugar a la propuesta de los propios ambientes que el título ofrece al jugador. Si a eso le sumamos al bueno de Gollum, la verdad es que tenemos un videojuego que, como en otros de sus apartados, es un quiero y no puedo.

Foto: Gollum

Fuente: www.vandal.elespanol.com

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