River – Boca: el superclásico es algo más

Por Leopoldo Carrasquero

Este domingo se jugó una nueva edición del superclásico del fútbol argentino entre River y Boca y pudimos disfrutar de la pasión del hincha argentino en primera persona, un partido que no deja indiferente a nadie.

Tener la oportunidad de asistir a varios encuentros de fútbol argentino, te permite observar que existe una gran diferencia entre el resto de los partidos, comenzando con que las puertas se abren 4 horas antes del pitazo inicial, y desde más temprano ya hay gente haciendo fila. 

La fiesta y los cánticos de los hinchas comienza desde que se comienzan a reunir desde distintos puntos de la capital y la provincia y no para hasta después del partido. Llegar temprano es casi una obligación, si no, corres el riesgo de no encontrar un buen puesto o directamente no entrar, como sucedió con algunos fanáticos, lo que desató algunas escaramuzas. 

Pudimos entrar dos horas y media antes y ya el estadio estaba al 80% de su capacidad, los cantos hace rato bajaban desde la tribuna y la alegría se notaba en la cara de las 84.000 personas que llenaron el estadio y marcaron un récord para un superclásico. La subcomisión del hincha de River, una organización que prepara todo lo relacionado con el espectáculo del recibimiento de los equipos, desde mucha antelación trabajó para este día y convocó a los socios del club tres días antes para culminar la puesta en escena. No hay nada librado al azar, cada persona debe cumplir una función que se lleva a cabo con la mayor de las pasiones, que no es más que los colores de la camiseta.

Apenas salieron a calentar los arqueros de Boca, fue la primera gran medida para saber a los decibeles al que íbamos a tener que adaptarlos en las próximas dos horas y media, luego, cuando salieron todos a calentar, nos dimos cuenta que no nos íbamos a poder adaptar, era una locura total, no existía nadie que no pudiera estar ronco, media hora antes del partido. 

La salida de los equipos era el momento cumbre de todo lo preparado se queda sin adjetivos, es el momento cumbre que el afortunado hincha que estuvo esperando toda la semana desde que sacó la entrada y hasta desde que sale el calendario y la fecha 15 estaba marcada a fuego y era uno de los momentos más esperados.

Los jugadores perciben todo eso y más, la prueba fue la definición del partido, el penal, la celebración desmedida de Palavecino y la pelea que desató hablaba más del orgullo, que de un partido normal.  Enzo Pérez celebrando en la reja tras el pitazo final habla más de una final que de un juego donde la diferencia de los equipos quedo 18 puntos.

Para Martín Demichelis, técnico de River será un día inolvidable en su corta carrera, en su primer clásico como DT, no pudo evitar las lágrimas, ni él ni su familia, las imágenes son elocuentes, para River y para Boca un clásico es una final no importa el contexto, esta vez al millonario le tocó ganar. Es un “No le lo voy a explicar, porque no vas a entender”, más explícito que existe. 

Difícil encontrar, un lugar donde se viva el fútbol con la pasión como la vive el argentino, lo vimos en el mundial de Qatar, en Doha, en Buenos Aires y en todas sus provincias y sentir como todavía me zumban los oídos más de 24 horas después, son la principal prueba.

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