Por qué la Fórmula 1 no debe jugar con fuego: Le Mans y los ‘hypercars’ son un desafío
Por Pablo de Villota
En 2023, Ferrari sale por primera vez de la Fórmula 1 en 50 años. ¿Por qué? Hay que recordar que esta disciplina no era la máxima especialidad del automovilismo en los 60. En esa época, las carreras de vehículos sport rivalizaban a su misma altura, y en ellas labró su fama la marca italiana. Pero varios factores contribuyeron para que, a partir de mediados de los 70, los monoplazas comenzaran a ganar la partida a los coches biplaza. Y se instalaran en una cumbre de la que no se han bajado hasta nuestros días. Sin embargo, pese a que la competición vive en la actualidad días de vino y rosas, nunca debe darse nada por ganado y subestimar posibles amenazas puede resultar fatal.
Las competiciones con vehículos sport, en sus diferentes versiones de prototipos o coches derivados de la serie, parecen dirigidas a una nueva edad de oro gracias a la nueva reglamentación basada en supercoches (Hypercars, LMDh y GT3). A falta de otras posibles incorporaciones de relumbrón, de momento están confirmadas entre otras Toyota, BMW, Peugeot o Cadillac, pero con el plato fuerte del simultáneo regreso a este tipo de competiciones de Porsche y Ferrari en 2023. Lamborghini o Alpine llegarán en 2024. El nivel de los contendientes es de quitar el hipo, porque ni la Fórmula 1 puede presumir de tal variedad y prestigio de constructores involucrados. En definitiva, un éxito y una expectación sin precedentes.
El mundo de las carreras de resistencia se vino abajo en los 70, cuando la FIA (Federación Internacional de Automovilismo) avisó del peligro que suponían las descomunales prestaciones de los prototipos de la época. Imaginen velocidades cercanas a los 400 kilómetros por hora, pero con medidas de seguridad de una carrera de patinetes. Era lógico, por tanto, que se pusiera freno a aquel desenfreno. Pero al regulador se le fue la mano de tal manera que la competición perdió todo su atractivo y nunca más volvió a recuperar todo su esplendor. Hubo épocas, como la de los míticos coches grupo C , en las que los Sport-Prototipos volvieron a brillar. La alegría duró poco porque la política entró en tromba para no dejar que creciera nada más allá del imperio de la Fórmula 1 manejado por Bernie Ecclestone.
Tierra quemada fuera del Imperio
En la guerra que enfrentó a la FIA y al sindicato de constructores de Fórmula 1, liderado por Ecclestone, se acordó que a partir de 1982 que el magnate británico ostentaría los derechos comerciales. Y que el ente regulador mantendría el poder deportivo y sancionador. Mr. E, sin embargo, se dio cuenta enseguida, que era necesario que no existiera vida más allá de la Fórmula 1 para que el negocio prosperara. El objetivo era asegurar a cualquier compañía automovilística o gran patrocinador, que cualquier otra competición era un páramo donde no se rentabilizarían las inversiones. Sin embargo, para lograr su objetivo necesitaba controlar también a la FIA, que era quien hacía los reglamentos. Así, pasado un tiempo, descabalgó de la presidencia a su antagonista, Jean Marie Balestre, y colocó a Max Mosley, su abogado y socio en algunas aventuras.
El patrón se repitió una y otra vez. La FIA cambiaba sus reglamentos cada vez que aparecía una nueva actividad automovilística. Además, elevaba su estatus y disparaba los costes de tal manera que en, menos de un año, las amenazas para la Fórmula 1, pasaban a la irrelevancia o a la desaparición. Pasó con los prototipos, con el campeonato BPR, con los Turismos Clase II, con el DTM o con los Rallyes incluso. Por donde pasaba Mosley, no crecía más la hierba. Por mucho que ambos trataran de escenificar independencia el uno del otro, eran compañeros de viaje. Desde 1991 hasta 2016 nunca hubo vida en el automovilismo más allá de la Fórmula 1. Quien tenga dudas de la confluencia de intereses de ambos personajes, solo cabe recordar que hace 20 años la FIA vendió a Ecclestone los derechos de la Fórmula 1 por un siglo.
Actualmente ya no está Ecclestone al frente de la Fórmula 1. Max Mosley ya no lidera la FIA. De hecho, ni siquiera está al frente un continuista como siempre fue Jean Todt, sino un outsider como Mohammed Ben Sulayem. Es decir, Liberty Media ahora tiene que vérselas con un ente regulador que no controla. Además del daño que pueda hacerles su mala gestión reglamentaria y sancionadora, ya no es un aliado para frenar el crecimiento de especialidades rivales de la Fórmula 1. Aunque de momento todo sean promesas o especulaciones, hay muchos datos que indican que las carreras de resistencia se pueden ser un rival temible con una reglamentación que explotará en 2023, sobre todo con la esperada llegada de Ferrari, que sale más allá de la Fórmula 1 por primera vez en medio siglo.
Una amenaza real
Que tantos constructores de prestigio hayan decidido apostar por esta especialidad no soloe es una amenaza para la Fórmula 1 A nivel tecnológico, las marcas supercoches un discurso comercial y político tanto o más potente que el de los monoplazas, especialmente en lo referente a seguridad y sostenibilidad. Desde el punto de la épica deportiva, las batallas entre Ford, Ferrari y Porsche en el mundo de la resistencia han inspirado películas y la mitología. Hay un nicho enorme de aficionados que adoran este mundo pero que se veían privados de emociones ante la falta de competitividad. Con no menos de 16 coches oficiales en pista, las carreras prometen ser espectaculares. Por tanto, se verá que pilotos de extraordinario nivel que no prosperaron en Fórmula 1 por cuestiones económicas, encontrarán la recompensa profesional y popular que merecen.
Los circuitos cada día encuentran más dificultad para mantenerse en el calendario de la Formula 1 ante la pujanza de las nuevas incorporaciones exóticas. Apuestas como Las Vegas o Qatar. Todos estos circuitos, muchos de ellos míticos, van a recibir como agua de mayo el renovado vigor de una especialidad que ofrecerá una competitividad y espectáculo de primer nivel. Difícil será que no cuente con el favor del público aficionado de toda la vida. Los datos de preventa para las 24 horas de Le Mans de 2023 son los más grandes de su historia. A fin de cuentas, desde que existen las carreras de coches, el éxito de cualquier competición se ha basado en la misma receta: coches rápidos y espectaculares, buenos pilotos y parrillas llenas. A día de hoy es indiscutible que la Fórmula 1 barre por goleada a cualquier otra especialidad, pero harían bien en no confiarse, porque las cosas pueden cambiar con mucha rapidez.
Foto: Ferrari
Fuente: www.elconfidencial.com