SON DELINCUENTES, NO HINCHAS
Richard Méndez
El dantesco espectáculo de golpizas en forma de linchamientos ocurrido en Querétaro, no es un hecho aislado ni mucho menos ajeno a la cotidianidad del fútbol latinoamericano. Es algo que se viene repitiendo a lo largo del tiempo, aunque siempre oculto en el mismo argumento que intenta normalizar estos eventos o minimizarlos. La evidencia de todo quedó registrada en los teléfonos de la gente y rápidamente se viralizó, prácticamente no hubo chance de esconder lo que sucedía.
Lo del sábado entre hinchas de Querétaro y Atlas debe llevar inmediatamente a una profunda reflexión en todo el continente. Desde México hasta Argentina por años vimos como poco a poco los delincuentes se fueron poniendo una camiseta de un club para parecerse a los verdaderos hinchas.
Disfrazados de fanáticos se infiltran y en algunos casos hay los que pertenecen a de redes criminales de venta y distribución de drogas en los estadios. Existen pequeñas mafias que se mezclan entre los que verdaderamente vienen a alentar a su equipo. Ellos son los que poco a poco le han quita los lugares en la tribuna a las familias que cada vez son menos en el estadio. Estos grupos no actuarían tan impunemente si no existieran conexiones en casos con los grupos de choques que son manejados por sectores de la política o por el consentimiento de personas clave en los mismos clubes.
Lamentablemente la desidia, que por años los dejó actuar y nunca les persiguió, terminó por verles crecer a tal punto que hoy cortarlo de raíz requiere mucho esfuerzo. FIFA, Concacaf y la FMF no pueden ser complacientes ni emanar de esos inútiles comunicados donde palabras como "denunciamos", "exigimos", "rechazamos" y otros que sirven en lo políticamente correcto pero a la vez distan mucho de traer una solución.
Llegó la hora de actuar y sacar a ese puñado de delincuentes que le arrebató el estadio a la familia de toda Latinoamérica.