LA GUERRA Y LA FIFA

Richard Méndez

La acción bélica de Rusia en Ucrania motivó la condena de gran parte del hemisferio occidental, a lo que se sumó la  presión de las federaciones que deben jugar el repechaje a la Copa del Mundo 2022 negándose a enfrentar a Rusia. Francia desde su posición de campeona alzó la voz para solicitar que Rusia sea descalificada del mundial. Obviamente FIFA intentó una maniobra para sacarse presión y propuso un primer paquete de medidas “inútiles” como exigir que los rusos participaran como “Unión de Fútbol de Rusia”. La propuesta encontró mayor rechazo aún por sus miembros y no quedó mayor remedio que la suspensión.

Históricamente FIFA ha mirado hacia otro lado cuando existen guerras o voraces dictaduras, tal como sucedió durante 1982 cuando Argentina intentó recuperar las Islas Malvinas entrando en guerra contra el Reino Unido. Argentina e Inglaterra habían clasificado y disputaron la Copa del Mundo de ese año en España y la FIFA bajo la presidencia de Havelange se optó por el silencio, pero esta vez la presión mediática y la opinión pública fue determinante.

Moralmente no existen argumentos para justificar la agresión rusa en Ucrania, como tampoco los hubo para otras agresiones ignoradas por el máximo ente del fútbol mundial mientras los protagonistas siguieron jugando a la pelota en el Mundial. No olvidemos que Rusia fue organizador en 2018 y fue socio en la organización mundialista. Para Infantino no ha debido ser fácil tomar esta decisión ante el que fue un aliado en 2018.

FIFA esta vez no pudo mirar para otro lado y el fútbol reivindica a regañadientes el rol histórico de ponerse del lado de la justicia aunque la mayoría de las veces callaron. En el pasado la Segunda Guerra Mundial dejó al planeta sin mundiales entre 1938 hasta 1950, lujo que hoy en día no convendría en absoluto porque esto detendría las jugosas ganancias que genera el fútbol de selecciones cada cuatro años.

La credibilidad de FIFA  se desmoronó y su prestigio fue embarrado por los que no juegan al fútbol, pero que tienen grandes habilidades para desde los escritorios impulsar una industria que se había acostumbrado a mirar para otro lado ante las injusticias.

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